28 de abril de 2006
Joaquin Sabina, trigo y cizaña
Decía Tolkien -en una carta- que la interpretación de la obra de un autor a partir de su biografía ha producido grandes errores de crítica. La tendencia actual a escarbar entre las miserias de la vida cotidiana de los escritores es la prensa rosamarilla de la literatura, (como las tristemente célebres puñaladas trapiellas). Parece -sigue Tolkien- como si el hecho de que tal o cual escritor pegase a su mujer, se emborrachara, fuera adúltero, o se jugara todo al Black-Jack, fuese el motivo de su genialidad e inspiración. Pero todo esto no es lógico: hocicar en las basuras, comer mierda, y luego cagar lirios. No tiene correlación. Lo bueno de la reflexión de Tolkien es su propuesta interpretativa, que deja mucho campo abierto a la libertad (la vida sigue), y es bienintencionada. Dice que la obra de un buen escritor -o lo mejor de la obra de un escritor- tiene su oculta fuente precisamente en la parte de su ser que aún permanece incorrupta. Para mí fue muy revelador este principio, pues yo también había sufrido esa desviación en la mirada que supone pensar que el mal, después de todo, no está tan mal, pues después uno puede hacer geniales poemas de sus experiencias. Casi, casi como si el mal fuera necesario. Necesario no sé, pero “feliz” sí que lo llama la liturgia cristiana. Lo que nos llevaría a arduas cuestiones teológicas (no se asuste, Juan Luis, que no me iré por las ramas celestiales). La creación artística puede ser para su autor un espejo, donde se mira, y se ve a sí mismo, pero sólo lo mejor de sí mismo. La plegaria sería: Señor, que me parezca más a esto que ya soy.
Al pensar sobre la afirmación de Tolkien (que he escrito en rojo), siempre me venía a la cabeza la obra de un artista, no escritor, sino cantautor, nuestro blogpolemizado Joaquín Sabina. Sus canciones, no todas, están llenas de retazos autobiográficos (aunque muchos serán fantasmadas) que dibujan un personaje calavera, cínico, drogadicto. Y cuando tiene ocasión, reafirma esa imagen en las entrevistas que le hacen. (Lo de progre es lo de menos, pues -como le ocurre a Neruda, entre otros- en su obra apenas hay vestigios de su ideología. Neruda tenía de marxista-como poeta- lo que yo de numeraria auxiliar). Me pasmaba que de un personaje tan estropeado pudieran surgir canciones tan geniales. Pero si le aplicamos la tesis de Tolkien, tiene sentido. Del fondo de su ser es de donde surgen, lo que le atribuye unas riquezas aún incorruptas a su persona. Pensamiento que nos dignifica, y que no siempre falla. Lo que sí veo es que esas riquezas, al emerger, se ensucian con lo que encuentran en el camino, menos valioso. Y como resultado encontramos esas extrañas conjunciones de Sabina, en que mezcla un intenso lirismo con jerga de prostíbulo. Pero esto también -y tan bien- lo hizo Valle-Inclán, sin ir más lejos. Y si queremos ir lejos, tenemos a Catulo y a Marcial, a Dante -sí, a Dante, con sus míseras contiendas políticas en medio de la Comedia- y a tantos anónimos medievales. El lirio con el cardo. El trigo y la cizaña. Y ya nos advierte la Parábola que no tratemos de arrancar la cizaña y dejar el trigo, porque nos confundiremos. Dice que ya lo harán “los ángeles de mi Padre”.
Ese final de la Parábola me ha dado para muchos pensamientos. No sólo sobre Sabina, y la vida de los autores que admiro. ¿No será que llega un momento en que cizaña y trigo se funden en un solo ser (la trizaña), y entonces ya son indiscernibles para nosotros (no para “mi Padre Celestial”), y que sólo a través de la muerte puede volverse al orden primigenio? Por eso se nos advierte contra la tentación de juzgar, y de separar prematura, quirúrgicamente, lo que a nosotros nos parece mala hierba. El Señor Bueno sabrá lo que es mala hierba. Y buena.
Volviendo a Sabina. He advertido en él una necesidad, que da la cara de tarde en tarde en alguna canción, de explicarse, de justificarse ante los otros. Aunque sea para terminar diciendo: sigo igual de canalla, no cambiaré. Pero pasa revista a su vida, como quien quiere encontrar lo mejor, en “Tan joven y tan viejo” o “A mis cuarenta y diez”. En esta última, aparecen por primera vez sus hijas, Rocío y Carmela, en momentos memorables. Es como en el poema “Las alas” de Dámaso Alonso, en que aparecen dos mujeres -su madre y su esposa- y lo salvan de la caída en el vacío, pero sin esa clara intención salvífica. Sólo se habla de ellas (con gran ternura, y contención), y luego se pasa a decir que le queda cuerda para rato. Tiene, sin embargo, su encanto, y se ve la persona, la figura solitaria al fin y al cabo, casi con cierto fatalismo de haberle tocado en suerte ser tan calavera.
Como verán, no he citado textualmente líneas de sus canciones porque sería traicionar su sentido. La letra de las canciones -no sólo de Sabina, Enrique- va cosida a la música, y sin ella está en pelotas. Pero esas perlas que Enrique ha encontrado sí que son poesía, y no hay que irse tan lejos para buscarlas. Además, de todos los cantautores españoles, es el que mejor mide y rima, y aunque sus sonetos son malos, sus canciones tienen unos endecasílabos que -cosidos a la música- son estupendos. La música deja mayor flexibilidad, de todas formas, a rima y metro. Un ejemplo de pésimo poeta es Benedetti, y se ve muy claro en que las versiones musicales que de sus poema hizo Serrat no dan pie con bola. Pero claro, Serrat no iba a musicar a Pemán.
“Lo más alto no se sostiene sin lo más bajo”. Con esta máxima de C. S. Lewis podremos adentrarnos en cualquier obra artística, en cualquier persona, y comprender cómo nada urbano nos es ajeno.
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10 comentarios:
Señor Beades. No sé si es que me hago mayor y empiezo a chochear. Estoy de acuerdo con usted, y sin que sirva de precedente. Me parece una apología perfecta de Sabina. Lástima que no apoye sus comentarios teológicos, que son más bien fruto de su frustrado intento de justificarse. Pero no pasa nada, quizás usted y yo podamos algún día tomar una cerveza y debatir. A lo mejor me convence. Porque le aseguro a usted que con la edad no se alcaran los misterios, sólo consiguen oscurecerse. Gracias de todas formas por su refrescante blog: calculo, por su escritura, su juventud y lozanía.
Amigo Sampaio:
La introducción de su comentario también es propia de Miguel d'Ors. Como esa otra de: "yo debo de ser de pueblo..."
"fruto de su frustrado intento de justificarse"... ¿A quién se refiere, a mi, o a Sabina?
No tiene porque molestarse en calcular mi juventud y lozanía. Si pone "Jesús Beades" en Google, encontrará de inmediato la respuesta.
No pretendo que se alcancen, con la edad, los misterios. Mi experiencia del paso de los años -breve pero real- me dice que cuando uno es joven tiene muchas certezas y algunas dudas, y que con la edad se llegan a tener muchas dudas y algunas certezas. Estas certezas son el oro, del que tengo poquito, pero de muchos quilates. Esta frase se la dedico a usted como muestra de mi estilo joven y lozano.
Para la cerveza siempre tengo tiempo. A la primera invito yo.
JB, esta mañana temprano te dejé un comentario admirativo por este trabajo, que no sé si no llegó o si tu pudor y humildad lo han borrado. En cualquier caso, insisto, porque hemos establecido una nueva obra de misericordia; "aplaudir a quien se lo merece". Gran reseña. Guárdala, pues es carne de libro. Y gracias, pues zanja definitivamente el asunto que quedó abierto de la moral y las artes.
Muy bueno, Beades, muy bueno...
Tengo que salir en defensa de mi virilidad.... No, esto no era así. Tengo que salir en defensa de Jesús, me obliga la amistad y las ganas de poner los puntos sobre las "íes". Sres. Sampaio y Asesino de Pasas: no se precipiten en sus comentarios porque no tienen ni puta idea. Y lo digo así de rotundo. Igual al propio JB no le gusta la idea de que nadie salga a la palestra a defenderlo porque él sólo se basta y se sobra para hacerlo. Pero me sale de la bolsa gonadal defender a quien bien conozco. Sres. Sampaio y Asesino... salgan del burladero que JB nunca rehuyó el cara a cara en el albero.
Ah, Benedetti? Anda que no le gusta ná el menudo.
¡Coño Enrique, tanto como zanjar "definitivamente el asunto que quedó abierto de la moral y las artes..."! Pero gracias de todos modos. No he borrado ningún comentario, y menos si era admirativo: mi humildad no la conozco (pensar que uno es humilde es una contradicción en los términos), y de pudor sé que casi no tengo. Así que ¡vuelve a intertar ponerlo! A ver si leo tu elogio. Lo titularemos: Elogio del Huracán.
Don Asesino de Pasas: le entiendo bien poco. El vocativo que me dirije (Fresus) es propio de cierto genial percusionista llamado Guille, pero el contenido del texto más abajo es más bien de cierto cansautor al que yo admiro, llamado Pedro. Pero siga escondido si lo desea. Es lo propio de los francotiradores (con su kalashnikov en el tejado).
No veo por qué habla tanto de mi, yo hablaba del Arte, partiendo de las canciones de Sabina, desde un punto de vista ontológico y escatológico (en su doble acepción). Sigue siendo un misterio la cohabitación del bien y del mal. Misterio que tiene su paradigma en el artista vicioso, como bien vio Milos Forman en la genial película "Amadeus". Para mí, el bien en Sabina es lo mejor de sus canciones. Y el mal, su pose -o militancia- de maldito, de drogadicto, de promiscuo. Lo importante, lo que me ocupa, es la relación íntima entre un aspecto y otro. ¿Se excluyen? ¿Se necesitan? ¿Surge uno del otro? Miguel d'Ors tiene un poema sobre esta relación en "La imagen de su cara", titulado "Bird", en que habla de Charlie Parker.Lo recomiendo, como acompañamiento a estas líneas. Quizá estas respuestas sólo las pueda dar (de un modo satisfactorio para el corazón) el mismo Arte.
Tampoco he hablado de una parte incorruptible en el hombre, sino que Tolkien hablaba de una parte "todavía incorrupta". Es muy diferente.
Y de Maladetti hablaremos otro día. Poco, que no es para tanto.
"Y que Dios bendiga a los hombres de bien / y que Dios bendiga a los hombres de mal..."
¿Cómo se distinguen ambos grupos? ¿O es sólo una frase (muy)bonita?
Este estribillo me pareció genial, entre otras cosas porque supera esa fase en la Humanidad en que se pedía bendición para los buenos y maldición para los malos (La Antigüedad grecolatina, la Ley mosaica). Es decir, es un estribillo netamente cristiano, pues el cristiano pide bendición para los pecadores, y que el pecado acabe alguna vez (esa es la bendición: la salida de Egipto, la tierra de Caná, la liberación de la ansiedad, no echar de menos nada, ¿qué si no?). Y, ojo, que cuando yo hablo de mal o pecado no me refiero a actos finitos y definibles ("me confieso de que me he masturbado dos veces y media"), sino a un proceso de destrucción de la persona que termina alejándolo de toda fuente de gozo. Cristo habla de las "tinieblas exteriores". Todo empieza como un coágulo de actos finitos en torno al yo, que se busca a sí mismo en el vacío, y pierde la visión de "lo otro". Lo contrario del vislumbre de misterio y trascendencia que usted y yo, amigo pasocida, compartimos con una canción de Sabina.
Usted dice "mi concepto de mal". Sea el que fuere su concepto de mal, sigue dando pie a la reflexión en torno a las relaciones entre el Bien, la Verdad, y la Belleza. Y discrepa de mi sentido de Bien sin conocerlo mucho. No vale alegar conocimientos ajenos a esta conversación, pues estamos delante de otras personas, a las que por cortesía no debemos excluir.
Muy bueno lo de "el mal y el bien no en ese sentido no es que vivan en la misma casa sino que son en los tiempos que corren la casa, el medio, el paisaje..." Sólo apuntaré que no es "en los tiempos que corren", sino en toda época. A eso me refería con la Teoría de la Trizaña. Bien y mal se funden en una misma materia, indiscernible en la realidad cotidiana, aunque sí en las abstracciones del intelecto, que no son peligrosas si se está vacunado contra el intelectualismo.
Usted da por supuesto que yo rezo. Hago lo mismo, y le pido que ruegue por mi al Padre Celestial, que nos mira, traspasando el aire todo, "aquesta inmensa cítara aplicado".
San Pablo decía: "no hago el bien que quiero y sí el mal que aborrezco" (de memoria). Esta frase es de un significado teológico y ¿vital? inmenso. Pero no vendría al caso que yo lo explique. Una idea más o menos nos damos todos de eso.
En base a eso pienso, para este tema de los artistas, ¿será que los artistas logran en sus obras, alguna vez, sí hacer el bien que quieren (pero voluntariamente no pueden)?
Firma: Un recientemente incorporado lector del blogg de Maiquez que a como siga tan sabrosa la cosa por aquí se anota en este también.
Saludos de Juan Ignacio.
Juan Ignacio, el segundo párrafo de tu comentario es muy bueno: es una idea nueva y me parece a mí que muy acertada. Los artistas logran en sus obras hacer el bien que desean, pero que en sus vidas no les sale.
Toma nota, Enrique, de que el tema estetico-teológico aún no ha sido zanjado, como tú decías.
Jesús, su blog me parece muy interesante, lo voy a visitar con calma. Me llamó la atención este escrito sobre Sabina, y yo que soy un gran admirador suyo estoy de cuerdo con usted en muchos de sus planteamientos. Como Católico que soy me encuentro a veces enfrentado ante estas letras geniales, cuasi proscritas para algunos, definitivamente llamativas para todos. No se puede escuchar a sabina y permanecer indiferente. Quiere esto decir que es un escandalizador? No necesariamente...si sus canciones son en gran parte autobiográficas no lo sé a ciencia cierta(pero es lo que se nos ha vendido siempre), aunque me llama la atención que en casi todos sus discos hay una o varias canciones dedicadas a prostitutas (medias negras, viridiana y magdalena entre otras) o a mujeres que sin necesariamente ejercer la más antigua de las profesiones no le hacen ascos a acostarse con un flaco tan persuasivo (aves de paso, peor para el sol). Lo que es innegable sin embargo, es que personajes como esos existen y que la gran mayoría de cantautores los obvia, prefiere no cantar sobre ellos como si no existieran, tal vez como una forma de hacer una concesión al establishment, lo cierto es que Sabina parece ser de los pocos que tienen "cojines" para llamar las cosas por su nombre.
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