En un capítulo de Friends se planteaba, con mucha gracia, la siguiente aporía: si hacemos un acto bueno, y esto nos hace sentir bien "con nosotros mismos", el acto ya no es desinteresado, puesto que lo hacemos para sentirnos bien. De inmediato, tras la gracia de la idea, acude la inquietud; pues no le falta razón. Pero por el otro lado se llega a la inaceptable conclusión de que sólo son actos buenos los que nos desagradan. Este tipo de círculos viciosos son un muro al que llegamos a veces. Es como aquel caso de los diablos de Lewis, en que el "paciente", en la oración, cae en la cuenta de que está siendo más humilde, y entonces piensa "vaya, si caigo en la cuenta ya no soy humilde". Y vuelta a empezar.
Entonces es cuando aparece, nítida, directa, la función de la Fe como confianza simple, de amigo, de amante, sin más. "– ¿Es bueno esto?" (una obra de caridad, de misericordia, de justicia) "– Tiene que serlo. Lo dice el Señor, y Él nunca miente".
23 comentarios:
De acuerdo, aunque tal vez mejor sencilla que simple (por evitar malos entendidos).
El razonamiento final es para recordarlo y pensar en él. Gracias.
Muy buen tema. Creo que el falso enredo surge de pensar que el sentirse bien por hacer un acto bueno es algo interesado.
Porque es como decir que querer ser feliz es buscar el propio interés.
¡Y claro que lo es!
Estamos acostumbrados a una moral (o yo qué sé lo que sea) que nos hace sentir culpables de buscar el bien propio.
Por cierto, cuando dice Jesús que quien quiera ser el primero se haga el último, nos está autorizando a que "queramos ser los primeros".
Hay un bien que es bueno querer y no es egoísmo. O digamos que es bueno ser interesado... por ciertas cosas.
Saludos.
Sería como decir que somos cristianos porque nos prometen la vida eterna, que dicho así por las buenas parece como si fuese el único interes..."Soy cristiano por si acaso..., no me vaya a quemar luego en la hoguera del infierno", ése fué el motivo por el que yo con 12 años empecé mi conversión ,quizás te parece simple y hasta cutre ,pero te aseguro por el "por si acaso...",nos hicimos íntimos,lo juro
Kant soluciona muy bien ese problema: la moralidad radica en el "por qué" último del acto. Un acto es bueno cuando lo hacemos porque es nuestro deber, "con independencia" de si nos agrada o no. Si hemos hecho algo por deber, y además nos sentimos bien, pues cojonudo: además de ser buenos, tenemos suerte. Lo importante ahí es que la "razón" por la que lo hemos hecho no sea el sentirnos bien.
Sólo así conseguimos una ética que pueda argumentarse a todo el mundo, no simplemente con un "porque lo dice el Señor", que es muy bueno y no nos miente.
Por supuesto, nunca podemos estar totalmente seguros de qué nos ha impulsado a hacer algo. Pero quizá ese sea precisamente el hueco por el que se cuela la Gracia...
Ese último párrafo es cojonudo. ¡Ven más por aquí!!
Lamento discrepar con Ale (a quien no conozco). Kant podría meter más lío en este asunto.
Eso de "Un acto es bueno cuando lo hacemos porque es nuestro deber, "con independencia" de si nos agrada o no" tiene algo de cierto pero no es la verdad plena.
Es que el acto bueno es lo mejor para nosotros. Y en un caso ideal nos gustaría hacer lo que debemos hacer.
Por eso san Pablo la tenía tan clara cuando decía: "no hago el bien que quiero" (no decía "no hago el bien que debo").
Kant puede meter ruido en este asunto que plantea Jesús, precisamente porque puede deformar la moral. El deber es deber porque es bueno.
Si uno olvida eso, puede llegar a pensar que nunca gustaremos del bien que queremos/debemos hacer. Así desconfiamos de las cosas que nos dan un beneficio. Y así surge, no mucho más tarde y como una deformación o una exacerbación, eso de "ser interesados porque buscamos nuestro bien".
Querido Jesús: ya me gustaría venir más por aquí, a ver si saco tiempo...
Admirado Juan Ignacio: lo que yo planteaba contra el texto Jesús sigue sin resolverse a menos que no hagamos algo parecido a lo que hace Kant. Tú dices que "el deber es deber porque es bueno", pero entonces, ¿qué es bueno? Lo que yo veo de problemático en lo que planteais es que reducir la moral, sin más concurso de la razón, a "voluntad de Dios" conduce al fideismo, al ockhamismo (Ockham decía que si Dios nos mandase odiarle, sería bueno hacerlo). Y eso es un fanatismo del que yo querría escapar.
Yo creo que se puede resolver sin ayuda de Kant. Creo.
Recuerdo aquel pasaje en el que Jesus enseñaba a no ubicarse en los mejores puestos de la mesa porque si no llegaría alguien más importante y nos mandarían a otro lugar peor. Decía que en cambio había que ponerse en un lugar secundario para que cuando llegue el dueño diga: "eh, tu, que haces ahí, ven a este puesto principal".
Sería una mala interpretación pensar que Dios quiere que hagamos eso para luego ser admirados por todos y acrecentar nuestra vanagloria. Creo que es una figura de los bienes y los premios que sí hay que perseguir, y que no somos "interesados" (en el mal sentido) por perseguirlos.
Yo creo que podemos descubrir "lo que es bueno" mediante el uso de la razón y más aún con la fe. Y si se trata de descubrir cual es la voluntad de Dios, eso no es "reducir" nada. Al contrario.
La fe buena es razonada, y qué es lo bueno se puede descubrir.
Saludos.
Vale, pero ese interés (en el buen sentido) también lo admite Kant cuando habla del "interés de la razón". Tampoco quiero ponerme pesado con Kant, porque su figura es lo de menos aquí. Pero creo que él, al menos, propone un criterio para descubrir lo bueno por medio de la razón, más allá de una "voluntad de Dios" que es innaccesible al no creyente (bueno, y al creyente, pero eso es otro tema). Y ese descubrimiento del bien por medio de la razón pasa por poner entre paréntesis nuestros intereses privados, que sí son negativos en la medida en que hacer depender el bien de ellos implica necesariamente relativizar el bien, vanalizarlo. Eso es todo. No creo que ello implique prescindir de nuestros legítimos deseos de felicidad, en esta vida o en la otra, sino simplemente que éstos no tienen fuerza legitimadora en el hecho moral. Un saludo.
Es muy interesante lo que decís.
"No creo que ello implique prescindir de nuestros legítimos deseos de felicidad, en esta vida o en la otra, sino simplemente que éstos no tienen fuerza legitimadora en el hecho moral"
Porque es precisamente ese legítimo deseo de felicidad lo que puede llevar a un no creyente a creer en Dios.
Y creer en Dios es creer en el amor de Dios. Y el amor de Dios por nosotros puede ser el fundamento de la moral (ES el fundamento de la moral cristiana).
No se trata de una voluntad tiránica de Dios. Se trata de su amor y de cómo corresponderlo. De ahí la moral.
Así que si hablo con un no creyente deberé pactar otras cosas, deberé buscar los puntos en común: la razón, el deseo de felicidad, etc. Pero nunca podré acordar entre los puntos en común la filosofía de Kant.
Perdón si insisto mucho en el tema o vuelvo a Kant, pero me resulta muy interesante esto que planteaste.
Saludos.
Pues ya que a ambos nos interesa, le pedimos permiso a jesus para seguir cargando su blog.
Dices: "El amor de Dios por nosotros es el fundamento de la moral cristiana". De acuerdo, pero eso no deja de ser una explicación "extrínseca" del bien, que sigue sin permitirme saber qué narices debo hacer hoy en esta circunstancia concreta en que me encuentro.
Dices también que con un no creyente "nunca podré acordar entre los puntos en común la filosofía de Kant". Desde luego, así planteado, cualquiera te daría la razón, si no fuera porque "la filosofía de Kant", como toda opinión, pretende ser un juicio sobre la verdad de las cosas, y es ese juicio el que es objeto de un posible acuerdo o no. En cuanto tal, esa filosofía es algo perfectamente "compartible" con cualquiera en principio, exactamente igual que acuerdo la física de Newton con mi copiloto cada vez que le pido ponerse el cinturón de seguridad.
En este caso: puedo ponerme de acuerdo con un no creyente en que todo bien moral, para serlo, debe prescindir del interés (legítimo) por la felicidad. Salvar a una anciana de un edificio ardiendo puede hacerme tremendamente infeliz... si acabo quemándome, y en todo caso, mi deber para con ella no puede depender de que yo me sienta bien haciéndolo o no.
Un saludo kantiano
Es que no, amigo. Salvar a la anciana es tu "felicidad", aunque no lo reconozcas en ese momento porque se opone a tus "intereses". Esa es la clave.
(Si salvar a la anciana es tu deber, lo es precisamente porque salvar a la anciana es un bien para tí; porque el amor es un bien para tí, y el amor a la anciana es el amor a Dios).
Dicho de otra manera: Salvar a una anciana de un edificio ardiendo NO puede hacerte infeliz. Será una molestia porque no podrás ver en ese momento que tu acción se ajusta al bien, a tu felicidad, a tu deseo de felicidad. A lo que no se ajusta es a un gusto momentáneo. Eso que tu llamas "hacerte infeliz" no es sino "molestarte".
Un deber puede molestarte (porque no se ajusta a lo que en ese momento vos sentías impulso de hacer), pero no hacerte infeliz.
Un deber te hace feliz porque hace que te ajustes al bien, aunque en ese momento te moleste.
Querido amigo:
esa distinción que haces entre "infelicidad" por un lado y "molestia" por otro (o entre "felicidad" e "intereses") creo que es una falacia. En concreto, es la falacia extendida en determinados grupos religiosos (aunque no sólo) para exigirle a sus miembros el sacrificio de sus deseos reales en nombre de una felicidad que no se sabe bien qué es.
Pero insisto sobre todo en el tema de la legitimidad: salvar a la anciana no es bueno PORQUE eso me haga feliz, ni debo salvarla PORQUE eso me haga feliz. Debo salvarla porque yo no puedo querer un mundo en el que la gente no salva ancianas en peligro, y como no puedo quererlo, no puedo participar en él omitiendo mi ayuda. Con independencia de cómo me sienta luego.
Un saludo
P.D. ¿Conseguiremos ponernos finalmente de acuerdo? Tengo curiosidad por ver cómo acaba esta conversación, antes de que Jesús empiece a bloquear nuestras entradas... :-)
En lo primero, de acuerdo. Es lo que estaba tratando de aclarar. Han sido las palabras las que no nos dejaron entendernos hasta ahora.
En lo segundo también casi de acuerdo, con alguna salvedad. Dices:
"Salvar a la anciana no es bueno PORQUE eso me haga feliz, ni debo salvarla PORQUE eso me haga feliz".
Yo diría:
Salvar a la anciana es bueno porque es (si es) amor al prójimo y amor a Dios. Y eso nos hará felices, sin duda (aunque no nos de, tantas veces, una satisfacción).
La conjunción "y" (en la frase "y eso nos hará felices") me parece acertada como sustituto del "porque". Es más, ya que todo esto empezó por Kant, habría que recordar que éste habla de que la acción buena nos hace, ya que no felices, sí al menos "dignos de ser felices". Y es ahí donde interviene la fe, como esperanza de que Dios haga felices a quienes se han mostrado dignos de ello, completando así el empeño de la razón humana, la cual quiere -a la vez, y a menudo en contradicción- la felicidad y el bien.
Si hay que cerrar con Kant, cerremos con Kant. Pero démosle batalla (¿corresponde hacerlo aquí?):
Kant propone una moral[1] fundada en el deber, aquello que se hace por un mero imperativo de la razón excluyendo toda inclinación. Según ello, «quien visita a un amigo enfermo sólo porque se lo ordena el deber, actúa moralmente [bien]; quien visita a un amigo sólo porque está inclinado a ello por amistad, y porque se alegra de hacerlo, actúa ciertamente “de conformidad al deber”, pero no “por deber”»[2] y, por tanto, actúa moralmente mal.
Podríamos analizar desde esta óptica el caso del buen samaritano,[3]propuesto por Cristo como paradigma del amor al prójimo.[4] El samaritano de la parábola, movido por la compasión y también —obviamente— por el amor, ayuda al hombre asaltado al que habían dejado «casi muerto». Este sería para Kant un acto moralmente malo, porque en este caso se debió actuar por el deber de ayudar al necesitado y no por alguna inclinación. (...)
Extraído de un blog.
Es que a mí me cuesta darle batalla al viejo...
La conclusión "y por tanto actúa moralmente mal" con que termina el primer párrafo, es una falacia: Hacer algo por inclinación no es "moralmente malo", sino "moralmente neutro", como rascarse una oreja. Que yo haga un regalo a mi hermano, a quien quiero, no tiene valor moral, pero eso no significa que yo haya hecho algo malo. Es "bueno" en un sentido "no moral", igual que en diferentes sentidos no morales son buenos el vino de Jerez, la amistad, y los relojes casio.
Me gusta el ejemplo que pones del Evangelio, porque el mandato nuevo de Cristo ("amad a vuestros enemigos...") sólo tiene sentido si el amor no se entiende como una inclinación. Pues, ¿cómo se puede ordenar una inclinación? Las inclinaciones se tienen, no se deciden ni se mandan. Si el amor del samaritano era mera "lástima", por supuesto que no tendría ningún valor moral, puesto que uno es tan responsable de la lástima que siente como del asco o la repulsión. El amor y la compasión de que habla el Evangelio no son inclinaciones, sentimientos, sino actos de la voluntad, la cual no podría ser libre si esos actos suyos dependieran del ir y venir de las inclinaciones.
...Y ahora que leo la página de que está extraído el texto que propones, un comentario más: no comprendo el empeño de cierto "pensamiento católico" por reverenciar a Aristóteles (al fin y al cabo, un pagano) y despreciar a los protestantes.
Me parece el viejo prejuicio antimodernista del catolicismo rancio. Santo Tomás tuvo la audacia de utilizar el pensamiento de un naturalista griego en un momento dominado por el agustinismo; nosotros podríamos dar un paso más allá de la Escolástica y tratar de sacar algo positivo de un protestante moralista moderno. No creo que la teología y la moral cristianas se desmoronen por prescindir un poco de un pagano...
Con lo último, de acuerdo. Aunque ya nos fuimos lejísimo de esta entrada, ¿no?
Bueno, tal vez, pero ha sido interesante tratar de ir más al fondo del asunto.
El problema de los blogs es que suelen ser algo "postmodernos" y acaban por resolverlo todo en un par de sentencias más o menos brillantes. No es fácil que se de pie a una auténtica conversación, que es la que -como en Platón- se esfuerza por encontrar, en compañía, algo de verdad. Gracias por tus comentarios, Juan Ignacio, que me han resultado muy inteligentes y me han obligado a pensar en todas estas cosas.
Lo mismo digo, ha sido muy agradable. ¡Nos vemos en otra entrada!
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