Nota bio-bibliográfica

10 de febrero de 2012

Iron Maiden y la NBA

Mi amigo Emilio me descubrió Iron Maiden. Por lo tanto, le debo muchísimo, pues esto fue el comienzo de un curioso atajo. Me explico. En mi casa, había cientos de cintas de casete y discos, Bob Dylan, Eric Clapton, Pink Floyd, Rolling Stones, toda una coleccioncita de Jazz... A los que terminé llegando. Pero la primera vez que sentí pasión, verdadera pasión personal, que iba desde la estética de los músicos (oh, esas muñequeras de pinchos) hasta las portadas de los discos (oh, Dereck Riggs, y el Eddie de Seventh Son of a Seventh Son), fue con la banda inglesa de heavy metal. Antes de vibrar con Riders on the Storm, pegué saltos -raqueta de plástico en mano simulando una guitarra- con el Run to the Hills. En realidad, los discos eran del hermano mayor de Emilio, David, quien me vendió algunos posters con los que empecé a empapelar mi cuarto, techo incluido. Pero hoy me acuerdo de Emilio por otra cosa. Antes de la pasión Maiden, solapándose también con la pasión Maiden, fue la NBA. Nuestro equipo de mini-basket del colegio era derrotado, una y otra vez, con marcadores heroicos, 106-8, 95-6, 110-7, y Emilio y yo encestábamos esos 8, ó 6, ó 7 puntos -de hecho, me dieron una medalla al "máximo encestador" de mi equipo-, con jugadas ensayadas, calcando movimientos aprendidos en Cerca de las Estrellas, de Ramón Trecet. Mi primo Sergio era de los Bulls y de Jordan, lo que me parecía hortera, por obvio; yo era de los Celtics y de Larry Bird, aunque en realidad siempre me fascinó la forma de dar asistencias (mágica, artística, inexplicable) de Magic Johnson. Aún sigo flipando con los últimos dos minutos del All Stars Game de 1988. Bendito Youtube. Chesterton decía algo así como que el hombre adulto y el niño que antes fue se terminan abrazando, y la adolescencia queda como un inexplicable fenómeno de extrañamiento. Un irse para volver. Hay una unidad que se rehace, poco a poco, al hacernos mayores. Hace unos años empecé a escuchar de nuevo a Iron Maiden. Esta semana me he comprado un balón de baloncesto.

6 comentarios:

Cataplais dijo...

Coño, qué bueno.

señora de Junios dijo...

me quedo sin palabras... me he emocionado, sobre todo por eso que dijo Chesterton y que has explicado tan bien.

Alejandro Martín dijo...

Ese tipo de memoria del que hablas nos ayuda a mantener una ficción necesaria sobre nuestra identidad personal, identidad que vamos modificando en el presente y que, por ello, nos obliga a reinventar, a reescribir nuestro pasado. No digo que el pasado sea una invención -que, en parte, también lo es- sino el modo como lo recuperamos para contestar a la pregunta de "quién soy".

Supongo que la pregunta crucial -poniéndonos trascendentes- es qué hechos fueron verdaderamente esenciales para construir ese "yo" que nos identifica pero respecto al cual, al mismo tiempo, nos sentimos alienados (en esa experiencia que uno tiene de ser algo otro, algo más). Es decir, descubrir quiénes son ese hombre adulto y ese niño que final, definitivamente se abrazan.

Anónimo dijo...

Ale parece que no ha leído el final y no se ha enterado de lo fundamental.
¿El balón es naranja Spalding o de colores?
¿Cuándo y dónde quedamos para jugar?
Me alegro, Jesús, que vuelvas a escribir "frente a las puertas de Moria".
Paco.

Juan Ignacio dijo...

Hay discos musicales de la adolescencia que se pueden volver a escuchar. Pero la evolución musical también existe y mis viejos cassettes de Iron Maiden no los puedo escuchar ni un segundo. Distinto es un Led Zeppelin, el antiguo y rockero Queen, algunos temas de Van Halen (por citar a un grupo yanqui, pero la verdad es que los ingleses siempre le pasaron el trapo).

Como sea, está muy bueno eso la adolescencia y la separación y el volver a juntarse...

Jesús Beades dijo...

Amoavé, Paco, es un Spalding naranja de toda la vida. Suelo jugar por las mañanas, que es cuando puedo. Pero me encantaría formar un grupito para echar unos partidos (a zona, o campo completo, según los que estemos), por la noche, en alguna pista alquilada que tenga focos. ¿Ves? Para estas cosas está muy bien Facebook, pues se crea un evento y se invita a la gente.