"No conocían otra manera de amar a su Dios que clavando a los hombres en la cruz. Pensaron vivir como cadávares y vistieron de negro su cadáver; hasta en su discurso percibo todavía el mal olor de las cámaras mortuorias... Mejores cánticos tendrían que cantarme para que aprendiese a creer en su Redentor y más redimidos tendrían que parecerme sus discípulos".
Duras palabras de Nietzsche, sobre todo la última frase. Pero era inevitable que alguien acabara escribiendo esto, si la idea de cómo operó la redención ha sido, durante mucho tiempo, la de una retribución penal, y Dios Padre un ser ávido de sangre para saciarse y así condonar la deuda. Todo una pintura macabra de las relaciones entre el Padre y el Hijo.
Sin embargo, Ratzinger ya sustituyó esos planteamientos en los años setenta (y con él muchos teólogos), al hablar del modo de ser de Dios, que es excesivo, y que se desborda en gracia y en acciones sorprendentes para nosotros. No hemos sido redimidos de ese modo porque así tuviera que ser (siguiendo a San Anselmo), sino porque así es Dios, y nunca podríamos haberlo previsto. Y esta sorprendente forma de ser de Dios nos llega como una noticia luminosa, como una ola que arrastra nuestras viejas vidas para ser convertidos en herederos de la luz. Y aquí nace el gozo y la paz. Y Nietzsche tiene que callarse.
7 comentarios:
Y no te olvides, luminoso Beades, de René Girard, que también desactiva a San Anselmo con una argumentación francesa y cartesiana.
Jesús, encantado de visitar tu blog. Pienso que muchos de los grandes críticos de la religión también son los que mejor han sabido comprenderla. Esto lo ha señalado acertadamente, como supongo conocerás, Eugenio Trías. El debate respetuoso y competente siempre es bueno, lo que realmente es lamentable y me preocupa son esos infiernos de vulgaridad a los que nos conduce la manipulación de muchos modernillos sobre la experiencia religiosa. Felicidades por tratar un tema tan interesante.
Un abrazo.
El castigo fueron el dolor y la muerte ¿porque Dios es así?
Gracias, Luis, por tu visita y tu comentario. Lo de los "infiernos de vulgaridad" es muy interesante, y da que pensar, quizá más allá de tu intención primera.
Tremenda, por lo que tiene de verdad, la cita de Nietzsche. Y la cuestión que deberíamos poder responder los cristianos es la de por qué ese olor mortuorio vuelve a aparecer una y otra vez en homilías, instituciones, costumbres, clérigos, ritos, catecismos, si no es algo "consustancial" al cristianismo... (Alejandro Martín)
...y es que, Beades, creo que la sentencia de Nietzsche no va tanto por Cristo (a quien Nietzsche, en muchos sentidos, admiraba) en su dimensión de "víctima sacrificial" cuanto por la "crucifixión" de la vida mundana, los placeres, el cuerpo, etc. que determinada interpretación del cristianismo (oficial y mayoritaria durante muchos siglos) ha traido consigo. (Ale)
Cierto, Ale. Tú mismo te contestas en tu segundo comentario. Desde esa perspectiva (análoga a aquella conversación que tuvimos aquí sobre la Reforma), Nietzsche ha hecho un gran bien al cristianismo, dando en la diana. Deseó aniquilar al cristianismo, y tenía razón, al menos con ese cristianismo que evoca el testo de Valle-Inclán.
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