Nota bio-bibliográfica

24 de agosto de 2007

El deseo legítimo de ser Dios

Cuando ves a un amigo sufrir, o a un hijo, querríamos tener un don de curación, una mano milagrosa -no omnipotente: con poder para eliminar el daño concreto, tan sólo-. Y es cuando más claro aparece que no somos Dios. Es un momento en que el deseo de ser "como Dios" no es prometeico, babélico, adánico. Es legítimo, aunque no sepamos muy bien qué hacer con ese deseo, que sube por la garganta como un grito ahogado, como una oración nonata. No sabemos qué hacer, y la compañía de los demás, su apoyo, apenas ayuda. Algo pensará el Padre Eterno sobre esto, pero por alguna razón se lo calla. O tal vez no se lo calla, y sucede como las frecuencias agudas que sólo pueden escuchar los perros. Nuestro oído tendría que transformarse de algún modo, para oir. Mientras tanto, hacemos gestos extraños, aspavientos, como estas líneas toscas que no van hacia ningún sitio.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Que cierto es... hoy sentí eso... ya te lo conté.
Pero no sólo me ha pasado que lo siento. Sino también el verlo... sobretodo en los padres. En los mios.
He visto las ganas asesinas de mi mamá, de destruir al que osó lastimar el corazón de su hija.
He visto la furia contenida de mi papá al ver que se cometía alguna injusticia.
Y la expresión tan de mi abuela "pero que barbaridad!!!!" ante cualquier acontecimiento que intente rozar el cabello de su única nieta.
En fin... es tan cierto.
Pero, que bien habla de la incodicionalidad de ciertos cariños, como el de los padres.

Anónimo dijo...

Hay que agradecerle al buen Dios, porque aunque las esconde, siempre nos regala pomadas para los dolores.
Por ejemplo, el muy terapéutico bálsamo de la simple presencia de un amigo. Solo para que te vea con lagrimones en los ojos, y le veas sin saber qué hacer, cojones, pero estando, siendo, a tu vera. Eso ayuda. Coño si ayuda.
Y luego, mas tarde, te regala una canción.
A qué mas...

Anónimo dijo...

MENTIRA

Anónimo dijo...

Es increible como sentimos el sufrimiento de algunas personas y sin embargo somos incapaces, a veces, de sentir el desamparo de otros. Muchas veces estamos ciegos al dolor sordo de la persona que tenemos al lado, bien porque no queramos verlo o bien porque no podamos verlo.

Sin embargo, el Padre salió al camino corriendo en busca de su hijo pródigo, del hijo que le había fallado y cuanto amor había en esa carrera. Y Otro salío al camino de Emaus cuando los apóstoles estaban desalentados, perdidos... y sólo fue reconocido al partir el pan.

Esto es lo que deseo para aquellos que sufren a mi alredededor reconocerLO en el dolor y apiadarme de su sufrimiento. Que facil se nos hace amar cuando el otro es feliz y que dificil cuando el otro es arduo, anguloso, con aristas y complicado.

Suso dijo...

¿MENTIRA?.¿A qué, o a quién, se refiere anónimo con MENTIRA?:¿al comentario de Jesús Hiperbeades, al de Casta Niebla, al de Toi?.
Venga, que se explique.

Corina Dávalos dijo...

Tu entradas últimamente tienen algo de bálsamo. No sé si se lo calla o no sabemos escuchar, en todo caso, no hay mayor incondicionalidad que la del Padre entre los padres.

Anónimo dijo...

Lo que cuentas es tan verdad...¡Qué impotencia y desazón!
Supongo que al menos se consigue una cosa:nos volvemos humildes ipso facto,incluso recurrimos al Dios aspirina y entonces tomas plena conciencia de tu finitud.
Yo antes deseperaba o jugaba a las fugas,porque no podía soportarlo,no estamos tejidos para aguantar ciertos momentos, flaqueamos, perdemos el norte, todo es vértigo...Siempre podemos quedarnos con la imagen de María a los pies de la cruz,rezar el acordáos,tocar la guitarra,o simplemente llorar,desconsoladamente.,,

Anónimo dijo...

Difiero. Un buen amigo no es mérito del buen dios sino del amigo. De la persona concreta. La providencia se impondría, no deberíamos tener que ponernos lentillas para apreciarla. En cualquier caso el (buen?) dios nos regala pomadas para dolores previamente regalados. Para mi el problema es sacralizar intencionadamente un más allá (lo que ocurre cada vez menos, por otra lado), y no la vida tal y como se nos da. Justo como se nos presenta en cada instante. Con el dolor, y con lo bueno también. En ese caso no desearíamos ser dios. Lo seríamos. Pero ese es otro tema.
Yo también querría aliviarle el dolor a un ser querido (e intento aliviarmelo a mi constantemente), pero desear que las cosas "sean" de otra manera o en cualquier caso poder cambiarlas me parece añadir más leña al fuego, al vértigo, a la finitud. No me parece un deseo legítimo desde un punto de vista "vitalista", digamos, sino "Double Troble".
Supongo que en el fondo se está tratando el viejo problema del Mal, ¿no?

Anónimo dijo...

dear carlos, puede parecer que el bálsamo de la amistad se lo adjudico al buen Dios, me releo y lo parece de verdad, pero es que me he expresado mal, posiblemente por falta de espacio, por prisa, o por torpeza.
Creo firmemente que la creación toda todita toda se debe al buen Dios, y que luego, en una incomprensible contradicción divina, nos otorgó la libertad, con lo que se puede deducir, saltándonos un montón de pasos del silogismo, que la amistad depende de que el otro quiera ser amigo, usando su libre albedrío. Lo que yo quería decir, de una manera ligera, es que bendito sea Dios que entre las muchísimas cosas que creó entran el concepto amistad y por supuesto al mamonazo al que llamo indignamente amigo.

Adaldrida dijo...

Verdad lo que dices... VERDAD

Anónimo dijo...

Al menos (que ya es mucho), para algunos a los que el objeto de estas disertaciones queda muy lejos en la práctica, sirve al menos de consuelo y esperanza: parece ser que existe gente como la que tanto sueño y puede que algún dia vengan tiempos mejores. Gracias.