Nota bio-bibliográfica

17 de junio de 2007

Reliquias


"Tengo un trocito de hueso de San Cucufato, que cuando me lo pongo en la barriga, me se quitan los dolores, niña". "Pos en la parroquia de Valderabito del Meneo han conseguido una reliquia de la muela picada del Beato Euterpes, que sana los pies de atleta". "¿Tú sabes que la Maripuri le robó a su cuñada, en el reparto de la herencia, un trozo incorrupto del dedo de San Onanado el Pequeño? Se conoce que es mu antiguo, del siglo XVII y tó".

Esta forma de entender las reliquias, como objetos mágicos, amuletos, y artículos de mercado, es uno más de los aspectos del catolicismo (es decir, de la babilla, de la espuma del catolicismo), que repugna a nuestros hermanos protestantes, y produce la risa de los no creyentes. Es normal que así ocurra.

El viernes por la noche, en casa de Toi, estuve tocando la armónica que Hilario Camacho llevaba siempre. Cuando me la pusieron en la mano, no pude evitar una gran emoción, al sentir, al "notar", que Hilario la había usado. No hay nada mejor que la noción de "radiaciones" que dibuja Jünger: algo permanece, como una radiación, en los objetos, y se hace sentir a lo largo del tiempo, como sustratos acumulados que espesan la realidad. En la línea del tiempo, nos damos la mano todos.

Ahora tengo en casa una de las púas de Hilario, que salió de una bolsita de plástico de manos de una amiga suya, y que repartió el viernes entre unos cuantos privilegiados. Me la llevé, feliz, y la puse en mi vitrina. Una simple púa Jim Dunlop de las blanditas, gris claro. Acompaña ahora al pin que nos tiró B.B. King en su concierto-despedida en Córdoba.

No sé muy bien cómo, pero esta experiencia debe iluminar algo la maltrecha costumbre de las reliquias cristianas. Debe purificarla de su mugre y su mercadeo del templo. Reliquias: objetos donde se hace sentir una gracia superior, un recuerdo de cómo el infinito entra en el tiempo, y se lo lleva consigo hacia otro lado. Miramos esos objetos, y nos sentimos de dos modos: acompañados, huérfanos.

20 comentarios:

Suso dijo...

No estoy muy seguro de que la harmónica de Hilario sea una reliquia, aunque estoy de acuerdo con el último párrafo:miramos esos objetos, y nos sentimos de dos modos: acompañados, huérfanos. Incluso de su posible poder terapéutico ( el coco es un misterio).

En Roma vi una reliquia asombrosa, y es muy venerada: el prepucio del Bambino Giesú. Un pellejín.

No hay Foca del mismo. Una Foca de una reliquia no es la secretaria del dicasterio de turno que da autenticidad de una reliquia.Aunque la secretaria pueda ser, y en la mayoría de los casos asín es, una auténtica Foca.

Una Foca es un documento, una aclamación pública a la autenticidad de la propia reliquia, y un eclesiástico da la clasificación jerárquica firmando su nombre. En en el caso del pellejín la Foca sería " ex pelle" que, ya digo, no existe, porque nadie se atreve a autentificar semejante chíchil.

Suso dijo...

Por cierto, amigo Beades, te animo a levantar Foca de autenticidad de la harmónica y de la púa: nunca se sabe que será de Hilario dentro de mil años.

Anónimo dijo...

Gracias, Jesús, por la mención, por la entrada, por lo que dices, por cómo lo dices.
Reconozco que sufro de graves tentaciones de regalarte la harmónica de mi Hilario....

sin duda en tus manos y tus labios estaría a buen recaudo.

veremos

Anónimo dijo...

¿Sabéis que armónica se escribe sin hache?

Anónimo dijo...

Lla me estranyaba a mi. Llo lla me lo imajinava lo de armónica...¿cómo era eso de " todas las palavras que empiezan con ar se escriven sin h, esceto herbir, serbir y bibir ?.

Jesús Beades dijo...

Es un defecto de bluesman: en la tapa de la Honner y la Lee Oskar pone Blues Harp, y esa hache nos lleva a la primera acepción, adjetiva, que se puede escribir con o sin h: relativa a la harmonía (o armonía). Me la sopla, en realidad. Si Juan Ramón puede poner elejía (que suena a una escogida marca de lejía)...

Anónimo dijo...

Si a Beades se la sopla, imaginaros el grado de equidistancia que a mi me provoca y cómo y cuanto a mi me la refanfinfla.

Agradezco la fraternal corrección hortográfica (de horto, huerta, y gráfica, eso, gráfica, o también de hortos, aramis y dartañán, o de cuidadín frodo mi señor, que vienen los hortos de mordor)

pero hay dos cosas con las que siempre voy a suspender en ortográfica ortografía, en el plural de álbum, que siempre diré álbunes, en el plural de club, que siempre será clubs, y el la hache de harmónica, especialmente si es la de Hilario....vemos lo exacto que soy, las dos cosas intransigentes son tres.

Al final es ese curioso personaje llamado Suso, que vive en una remota galaxia, el que mas sabiamente ha tocado el tema, centrándose en el fondo y obviando, esta vez, las formas. Curioso, bondad graciosa.

Anónimo dijo...

Ole y ole. Ole también por Toi. Me recuerda tu entrada a invocación a los objetos, o mitología casera de d´Ors. Los objetos te llevan a las personas, o a los momentos que viviste...

Anónimo dijo...

Tu pua, tu armónica (con h o sin ella) y las reliquias cristianas huelen a lo que son: recuerdos "de familia".
Me gustó mucho tu entrada y los comentarios, por cierto. Volveré a menudo.

Anónimo dijo...

Creo que detrás del asunto éste de las reliquias se esconde un prejuicio que solemos tener todos: que a cada una de nuestras emociones corresponde algo en la realidad exterior. Creemos que en los objetos hay "algo" que nos produce esta o la otra sensación. Hay "algo que permanece, como una radiación, en los objetos". Eso parece "sacralizar" las cosas, darles un aura de divinidad: ocurre con las púas, con las armónicas, y con el cacho de uña de San Nosequién. Sin embargo, por muy desconsolador que sea, a lo que corresponden nuestras emociones es casi siempre a nosotros mismos, nuestros deseos, nuestros anhelos, etc. Quizá esto haga menos mágico al mundo, pero nos hace más mágicos a nosotros mismos...

Jesús Beades dijo...

Otra vuelta de tuerca:

La obra de arte es lo que sucede cuando el espectador toma contacto con el objeto artístico. Éste no "es" hasta ese contacto. Libro+lector: literatura.

Apliquémoslo a este asunto. El objeto no "tiene" la magia (como tiene un color y una forma); nosotros tampoco. Pero esa magia sobreviene, "aparece", se presenta, en el contacto entre ese objeto y nosotros. La cosa inerte, un objeto entre otros, sumado a nuestro yo, convoca esa magia y esas presencias, y ese poso temporal que apunta a un misterio. Además, los objetos nos hablan de nosotros mismos, son portadores de significados, opacos para nosotros, pero que sentimos inminentes. Y aquí, la expresión "nos hablan" es poética, metafórica, para resumir lo antedicho.
Se parece a lo que dices, Ale, pero no es lo mismo.

Anónimo dijo...

Beades, no es lo mismo, pero es justo eso. Somos "nosotros" el núcleo de la radiación (Jünger) que percibimos en los objetos (amuletos, reliquias, talismanes, etc.). Sin nuestro "yo" (más sus circunstancias) ese objeto sería solo un objeto sin más, sin magia, sin misterio...

Fijaos, -si me permitís un ejemplo personal- yo guardo en la cartera desde hace varios años una piedra marrón ovalada que mi hija me dio como regalo un día de playa: "Mamí, este Tesoro es para ti". La guardé y ahora no salgo nunca sin ella. Se ha (la he) convertido en "mi objeto mágico y misterioso", amuleto de la suerte, talismán protector. Puede parecer una simpleza, pero os aseguro que cada vez que miro mi piedra marrón ovalada , o la toco siento "radiaciones" positivas...

Tal vez el gesto espontáneo de mi hija ese día ya lejano, me mostró el auténtico significado de la palabra Tesoro. Tal vez hasta ese día yo no entendí esa palabra como sinónimo de Amor y Generosidad: solo puede regalar un Tesoro quien siente verdadero amor y es generoso de verdad: como ella lo fue conmigo aquel día. No sé, tal vez por esa vivencia "mágica" personal, así sin más, mi piedra marrón ovalada, que desde entonces siempre va conmigo en mi cartera, -como dice Beades- es portadora de muchos significados...

jmcaleroma dijo...

Los objetos que poseemos se empapan de algo de nuestra alma. Lo supe un día, cuando era muy pequeño, mirando mientras estaba en el baño, los zapatos de mi abuelo. De pronto vi que allí estaba misteriosamente depositada la esencia de mi abuelo. Ahora me siento en el sillón que él utilizaba y sé que acaricio algo de él cuando acaricio sus brazos.

Jesús, es un gusto conocerte. Tienes la música metida en vena. Enhorabuena por tu blog.

Anónimo dijo...

Visto así, vistas así, me reconcilio (de Trento) con las reliquias.

Anónimo dijo...

Bueno, claro que hace falta ese otro lado más allá de nosotros que son los objetos. Pero "en" ellos no hay nada (que es el problema de la superstición de las reliquias). Lo que ocurre es que nosotros hacemos de las cosas espejos, para vernos a nosotros mismos. Porque no podemos vernos si no es en las cosas, en "nuestras" cosas. Por eso nos sentimos solos sin cosas, sin fetiches o reliquias: porque en el fondo nos sentimos sin nosotros mismos. En la nada.
Y por eso, lamento discrepar de jmcaleroma, pero me temo que en el sofá no hay ninguna esencia. Lo que ocurre es que eso no hace menos valioso lo que podamos sentir en su presencia.

Anónimo dijo...

pero en ese sillón estuvo sentado su abuelo, sus manos desgastaron la tela de sus brazos (del sillón), su olor lo impregna, y las lágrimas lo mojaron.
El sillón de Calero tiene atornillados los recuerdos y el ya es un recuerdo con tres dimensiones, cuatro si añadimos la nostalgia.
La Harmónica de Hilario, delante de mi en este momento, tiene sus manos, tien sus labios, se la vi tocar, la escuche mientras me miraba con ojos de duende....es esa, no otra, la harmónica de Hilario...
A lo meor es un tema complejo, pero yo hoy prefiero solo dejarme mecer por las olas y sonreir recordando a mi amigo, vivo, haciendo poesía con su música, con esta harmónica (sin hache)

Anónimo dijo...

De las reliquias hacemos nuestros tesoros que contienen en pequeñas dosis la esencia de lo que amamos,de lo que somos.
Gracias por hacernos vibrar con tu música,con tu voz y por ser capaz de interpretar "TODO";me dejaste impresionada.
Además tener la cualidad de la simpatía.
Un abrazo

Jesús Beades dijo...

Gracias Teresa, para mí fue también una noche mágica, impetuosa, homérica. Entraré en el foro de Hilario

Anónimo dijo...

Gracias Jesús.
Aún suena en mis oidos "El Peso del Mundo es Amor", magnificamente.
Yo también me lo pasé de puta madre.
Y espero seguir, cerca de vosotros.
Afortunado de haberte conocido.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Envidio a los que escucharon la armónica (sin H) de boca de Hilario y también de la de Jesús.
Los objetos que guardamos con afecto, son especiales, por eso... porque han sido transformados en tesoros, que nos mantienen aferrados a recuerdos trascendentales (lindos o feos) de nuestra vida.
El llavero con forma de revolver, que llevaba la llave de la valija de armas de mi padre... es un recuerdo de mi infancia. Ver ese llavero me trae a la memoria, la valija sobre de madera, abierta sobre la cama y a mi papá sentado a su lado limpiando sus armas de competición. El olor de la grasa lubricante que usaba, el naranja estridente de la gamuza en que las envolvía. La sensación de curiosidad que afloraba por mis ojos cada vez que lo veía hacer ese ritual todos los domingos. El saber que pronto saldríamos en el auto para el Tiro Federal, a practicar su deporte favorito. Ver la concentración que ponía al apuntar con la mira en el blanco. El fresco del aire, el sol del domingo y el ruidito del cable de acero en la polea que yo accionaba para traer el blanco y ver cuantos puntos había hecho mi papá. Me recuerda a uno de sus amigos, muy querido por él, que me alzaba en sus brazos y dejaba que le tironeara los bigotes. Todo eso me recuerda el llavero con forma de revolver.
La pipa de mi abuelo, en su caja, con sus elementos para limpiarla y ese aroma especial del tabaco. Me recuerda mis juegos de niña, mi deseo de ser una heroína. Y todo porque el paquete de tabaco venía cerrado con un autoadhesivo redondo y rojo; que yo me pegaba en el frente y jugaba a que ese era una especie de rubí que me daba poderes mágicos. Correteaba por la casa, mientras “el pa” (mi abuelo) fumaba su pipa, escuchaba tangos, leía el diario y me decía “Salú´ Choleta” (Choleta es mi apodo y nadie puede decirme así salvo él y mi abuela, se los advierto); y mi respuesta “Salú Pa” La pipa de mi abuelo, significaba tabaco y su aroma y también significaba haber ido al kiosko a comprarlo. Y por ende… haberle comprado a la nieta amada… una Rhodesia (golosina muy conocida acá) Entonces también recuerdo el momento de dar la Rhodesia… “tomá Choleta, acá tenés tu Rhodesia, pero es la última porque la fábrica se fundió”. “Mentira Pá, las Rhodesias no se acaban, la fábrica no cierra”. Eso era un ritual, que duró todos los días de mi vida mientras tuve a mi abuelo cerca de mío.
Y como esos… tanto recuerdos… Mi Malvina (mi guitarra) que fue de mi papá, pero que me heredó a los 13 años para que aprendiera a sacarle acordes.
Mi primer comic de Superman… que me comprara mi mamá para que leyera (ya ven, que lo mío no era jugar con los bebotes)
La colección de Libros de novelas de aventuras Robin Hood. Que era de mi mamá y que ahora es mía, con sus hojas marrones (de tan amarillentas) y ese olor especial a humedad que te lleva tanto al bosque de Sherwood, como la barco del Corsario Negro.
Y cosas que se convertirán en reliquias cuando sus dueños ya no estén, como la pinza de depilar de mi abuela… su tesoro, porque es SUPER COQUETA.
La seda que mi mamá usa para dormir, como si fuera su oso de peluche, porque tiene la manía de dormir con algo en la mano.
En fin… mi mamá guarda el primer diente de leche que se me salió, jajaja.
Cada uno se aferra a diferentes cosas. Reliquias, recuerdos, pedacitos presentes de un pasado que se degusta con nostalgia, cariño y una pequeña lagrimita de “te extraño”.