Nota bio-bibliográfica

24 de febrero de 2009

El café como método de trabajo

Lo tengo claro: el momento más feliz de mi día es ese rato –entre media hora y tres cuartos– después de tomar el café de la mañana. La cafeína opera en mis nervios deshaciendo contradicciones, tensiones internas (fotos, libros, guitarras...), volviendo cuanto miro entusiasmante a mis ojos. Y no hallo cosa en que poner los ojos que no sea recuerdo de la vida. Y sin bostezos.
Ante la objeción de que es un estado artificial de la mente, un dopping del ánimo, preguntaré ¿no será que sólo en ese momento tengo un atisbo de cómo miraríamos las cosas con un corazón nuevo? Lástima que el momento pase como las muestras gratuitas de champú. Si te ha gustado, tienes que comprarlo. Y lástima que esa mirada vigorosa no podamos comprarla. Sólo pedirla.

8 comentarios:

maria jesus dijo...

A mi tambien me gusta el café de las 10,30, pero ¿que tiene que ver con el Veni Creator?

Máster en nubes dijo...

Con permiso, y si se puede (y no se molesta).

Verdaderamente ese pedir -y cómo se pide, joé- es precioso. Y en mitad del curro, una pausa mejor que la del café ;-) (o por ahí).

Gracias.

Alejandro Martín dijo...

Un buen argumento para irse al desierto y hartarse de peyote, a lo jim morrison...

Ahora en serio: es maravilloso el efecto sobre el estado de ánimo de ciertos elementos materiales (cafe, tabaco, alcohol, pero también el clima, la luz, el ambiente...). Por otra parte, ¿qué estado de la mente no es "artificial"?

Volvemos a ser "uno", más allá de las contradicciones de las que tú hablas, pero también más allá de la contradicción fundamental entre cuerpo y alma (la más falsa y la que más pesa).

Comparto contigo especialmente ese momento del café: me cuesta dormir bien por la noche, y ésta suele estar plagada de sueños y desasosiego. Quizá no sólo sea el café, sino el amanecer mismo, el que nos ofrece un atisbo de lo que sería mirarlo todo con un corazón nuevo.

Píramo dijo...

¡Qué efímeros esos momentos en que leemos el mundo con otros ojos! No creas, del filón de la abulia también se extrajeron grandes quilates de poesía! Ahí tienes a nuestros escritores del 98. Y me consta que tomaban café y que muchos eran ateos, de modo que no echaban mano del Pentecostés para inspirarse. Lo del entusiasmo cafetero, Beades, será sugestión.

Suso dijo...

Estoy contigo.Pero es muy raro el día que encuentro una cafetría que el café es café café.

Y cuando le hay, o la hay, o lo hay,lo hago saber,felicito...¡y me tomo otro!

El mío, siempre,muy concentrado y con poca agua.

Anónimo dijo...

Además si quisiéramos seguir con ese nuevo estado todos los días acabaríamos adictos a la cafeína. Pero me ha gustado mucho el pensamiento.

Bukowski dijo...

Igualmente acabamos adictos a casi cualquier cosa. Qué más da.

Unknown dijo...

la hora del café, el encuentro de Dios con el hombre, del Alma con su conciencia, y de la conciencia con su deseo, transfromandola en la firme consecuencia de la verdad de quién con deseo lo afronta.... encantado, un placer haber llegado hasta aquí....Jyhael