Al final, la gran aventura es recibir, la actividad decisiva es la contemplación, la transformación mayor es ensanchar los cauces de la percepción, que se convierten en cauces de adoración. Adoración, y no gratitud, que también; la gratitud viene después y es una respuesta cabal. La adoración, sin embargo, es previa, y se confunde –en el tiempo– con la experiencia. Pedimos que se despierte nuestra capacidad de adoración, y manifestamos quererla.
El hombre de acción, el verdadero hombre de acción (no el activista, el ansioso prueba-todo), ha comprendido que necesita una forma más vigorosa, más elástica de adoración. Un movimiento contemplativo. Su actividad es una plegaria, nerviosa y dispersa quizá, pero sincera.
3 comentarios:
Yo creo que la mejor gente no sabe que su trabajo, sus amores, sus fantasías, sus fracasos,su vida, es una plegaria.
Quizás son buenos porque no lo saben.
lo mejor es pensar que tú no te mueves, es el mundo el que va envejeciendo mientras vuela hacia atrás, hacia el pasado. Así parece que el tiempo pasa más despacio, y te da lugar a mirar además de ver.
es muy muy buena esta reflexión, genial Beades. Me gusta.
Publicar un comentario