El tamaño de mi esperanza es reducido. Y no piensen que estoy siendo pesimista.
La misma desazón que nos impide disfrutar del todo -hasta el tuétano-, la misma insondable ansia, ese "buscamos por todas partes el absoluto y no hallamos sino objetos", que decía Novalis, es mi razón para la esperanza. "No sé quién fui, pero sabré quién soy", dice Enrique, y está certeza (poética, no racional), habita en el hueco exacto de la insatisfacción.
Porque es un hueco, un vano, una puerta. La puerta angosta, por la que, antes del fin, habrá que agacharse y pasar. Es cuestión de adelgazar, "como huellas de gaviota sobre la arena". No sabemos cómo será.
Esta mañana doy gracias a Dios por el desasosiego, que nos recuerda -tanto como la felicidad, de modo inverso- nuestro fin último, el otro lado del umbral, "cuyo rumor me llega como a través de un muro".
3 comentarios:
Olé tú....Me ha gustado muchísimo.
muy acertada esa alusión al verso del poema 5 de Neruda.
"Inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en Ti", decía San Agustín.
"Inquieto está, y por eso sé de Ti; y espero en Ti", (creo que) dice Jesús Beades.
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