Nota bio-bibliográfica

18 de abril de 2010

Enfermeras y mecánicos

Había escuchado esta nueva tontería, sin hacerle mucho caso, pero ahora que Ale nos da pie, pienso, igual que Chesterton, que el hecho de "que a las niñas les gusten las muñecas y a los niños los coches, y que las enfermeras sean mujeres y los mecánicos, hombres" ha sido siempre un rasgo de superioridad de las mujeres. Ellas sienten mayor interés por las personas que por los objetos.

(Lo siento por aquellos que han buscado "enfermeras y mecánicos" en Google, con otra intención).

3 comentarios:

Alejandro Martín dijo...

Yo buscaba "mecánicos disfrazados de enfermeras"... ;-) pero bueno, ya que estamos...

Cualquier reparto de roles supone una injusticia si dicho reparto implica una distribución desproporcionada de tareas o riquezas. Por ejemplo: los tipos pequeños y negruzcos deben limpiar los retretes / los tipos fornidos y rubios deben dirigir las empresas. Pero ¿qué hay de injusto en ser rescatada por un príncipe? ¿O incluso -por qué no decirlo- en barrer una casa y fregar los platos? Las laboras "satanizadas" por el falso feminismo idiotizante son una forma de inversión económica y una fuente de riqueza para el hogar. No necesariamente una forma de "postergación" social.

Y otra cosa: hasta los inquisidores sabían que determinadas obras "inmorales" no podían ser prohibidas en atención a su belleza estilística. De ahí que se salvaran cientos de obras "inmorales" antiguas. Pues ya se ve lo progresista que es nuestra ministra, que supera a la Sagrada Congregación del Index Librorum Prohibitorum...

Anda y que alguien la mande a Corea del Norte...

Adaldrida dijo...

cuánto me he reído con el comentario final. A ver si te dejas ver más a menudo, hombre...

lolo dijo...

No creo en la superioridad de la mujer, más bien en que "la fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial al hombre, es decir, al ser humano"

Por eso nos gustan los príncipes, los niños y cuidar a los enfermos. No es cuestión de mérito, es femineidad. Da igual lo que digan los cuentos.