Si yo supiera, como el gran Mesanza,
hacer versos de acero y firme roca,
y hacer de Europa el símbolo del alma,
y hacer que el alma duerma en las trincheras
en las afueras siempre, en los desiertos.
Si yo pudiera levantar la torre
que en mis sueños contemplo sobre el yermo,
y ver a la princesa ensangrentada,
a la doncella de las cicatrices,
en vez del tobogán de mis caprichos,
del catálogo oscuro de mis faltas
disfrazadas de gracia o biografía.
Si yo pudiera hacer el verso exacto
que fuera llave de los tiempos plenos,
del verano gigante y las montañas,
que tuviera la música del éxtasis,
y ningún anticlímax al final.
Si supiera decir esa palabra
que abre las puertas de la mina oculta,
para salvar las tardes que se fueron
para saber a dónde y hasta cuándo.