También hay días de menudas gestiones, bancarias, de tiendas, devoluciones, peluquería, pesadeces que llevas meses teniendo pendiente y por fin resuelves... Y se va acabando la tarde, sin haber hecho nada especial, pero con una sensación de fondo que suena como un vals vienés, ni solemne ni frívolo: grácil. No es que me vuelva epicúreo, pero tampoco viene mal esta domesticada plenitud en miniatura, este rosario de cuentas satisfechas. De vez en cuando al menos.
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