17 de noviembre de 2006
En busca del tiempo partido
Lunes es Sísifo. Martes es la roca que empieza a descender. Miércoles es Tomás Dídimo, que no se cree todavía que exista el Domingo. Jueves fue un hombre en una novela, y es una cálida, discreta víspera. Viernes es un recibidor, una antesala, un "qué más da, mañana fiesta". Con el espíritu del Viernes deberíamos vivir todo: metidos en los afanes del mundo, pero con la alegría de lo venidero viniendo, viniendo, casi en las manos, pero aún no. El sábado pasa sin relojes, como la dicha. El domingo tiene mala fama, el pobre; en él sentimos compilarse de nuevo toda esta jerarquía interior, y nuestras entrañas se resienten. Yo pondría siempre en la agenda un evento atractivo, una cita espléndida para el domingo por la noche. Así, a lo largo del día, cuando nos entristezcamos, podemos sentir: "pero luego viene, todavía, algo bueno". Y ya tenemos este sabor anticipado en la boca, para ir tirando, para condimentar lo presente.
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4 comentarios:
Qué bien te sentó la gracia sacramental, Beades.
Me parece muy buena idea esa de dejar algo bueno para el domingo por la tarde.
Hoy leía en las Cartas marruecas que Gazel le cuenta a Ben-Beley:
"lo de 'matar el tiempo', siendo así que el tiempo es quien nos mata a todos, fue cosa que tampoco se me hizo fácil de entender [...]"
¡Saludos (y enharobuenas, por el matrimonio y el regreso al blog)!
Qué pedazo de... Es genial! Y mira, concuerdo en lo de la cita luminosa del domingo. También, para una hacedora de tesis como yo, sábado pude ser lunes, lunes puede ser viernes... Y así todo.
Muy buena idea.
(Está comprobado que somos futurizos, como decía Julián Marías).
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